Reconocido
como dios supremo, se le llegó a considerar el espíritu vivificador del
soberano, considerando al faraón doble de Horus en la tierra. Son frecuentes
las escenas donde el faraón y Horus son representados como iguales. Tuvo un
importante centro de culto en la ciudad predinástica de Hieracómpolis. Horus
hacía de intermediario entre los humanos y los poderes naturales y mantenía el
orden cósmico. El culto a Horus se expresó de diversas formas por las
provincias egipcias, como por ejemplo “Horus, el niño”, “Horus, el viejo”,
“Horus de Edfú” o “Horus del horizonte”. Una vez pasado el Imperio Antiguo, la
denominación de “Gran dios” fue sustituida por el de “Buen dios” para referirse
al dios en vida.
En
la Teología menfita, se describe de qué manera “Horus, hijo de Osiris” ascendió
al trono. Horus está en relación con
Osiris como heredero y sucesor de la línea legítima. Cuando se ponía énfasis en
la divinidad del rey, éste era “Horus, hijo de Hathor”, para expresar que era
hijo del cielo.
El
dios tuvo especial veneración en la ciudad de Edfú, donde se construyó, en el
periodo ptolemaico, un gran templo en su honor. El Horus de Edfú era un dios
identificado con el sol y el rey en su plenitud.
Son
los hijos de Horus, Amset, Duamutef, Hapi y Kebsenuf, los encargados de guardar
y proteger los vasos canopos y protectores del cuerpo de Osiris, quienes cada
día glorifican su va.
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